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Mujeres Filósofas

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El ser humano siempre ha sentido la necesidad de interrogarse sobre las grandes cuestiones de la existencia. Las mujeres, como parte fundamental de la humanidad, también han intentado escudriñar esos misterios, y dar respuestas a las preguntas. Sin embargo, muchas de ellas no han podido dedicar el mismo tiempo y la misma energía a una actividad filosófica “regular” ya que, tradicionalmente, han tenido que ocuparse del ámbito doméstico, del cuidado de la familia, etc.

Paradójicamente, el sentido crítico y autocrítico de muchos filósofos varones ha ignorado clamorosamente la contribución de las mujeres a la historia del pensamiento. Han sido ninguneadas a lo largo de los siglos y ya es hora de ir haciendo justicia. Aunque ésta nunca será completa, porque todo el potencial que ellas atesoraban no encontró el suelo de cultivo propicio. Eso ya no tiene remedio.

En general, se muere oficialmente una vez, ellas experimentaron muchas muertes simbólicas. Cada vez que alguien les dijo: “eso no es propio de mujeres”, “esto no es lo tuyo”, “dedícate a lo que debes”, y cosas de esta índole, murieron. También cuando fueron ignoradas por la Historia de la Filosofía, y fueron expulsadas al otro lado de su particular Edén. En fin, no lloremos por las flores aplastadas en el prado de la Historia. Celebremos, en cambio, el suelo fertilizado por ellas y el horizonte que nos han abierto y abrirán a las que vienen al Convivio.

Ando con poco tiempo: dejé sin terminar una presentación para subir a Slideshare sobre estas mujeres, no obstante, me me permito enlazar en la imagen de arriba el acceso a mi galería en homenaje a esas mujeres que filosofaron, que de alguna manera han sido ninguneadas por la Historia de la Filosofía y sus innumerables hecatombes.

Quisiera compartir, además, dos entradas en uno de los blogs de la revista El Salto , concretamente al que lleva por título El Rumor de las Multitudes, en que aparecen dos artículos de Anna Ezekiel,  Historiadora de la filosofía, feminista y traductora, traducidos a su vez por Sofía Batko:

El descubrimiento de las mujeres en el corazón de la filosofía

Mujeres en el corazón de la filosofía romántica alemana

Sorores, sitis vobis terra levis!

«Filosofar en femenino»: Umberto Eco

«La Bustina di Minerva» fue una columna en la última página del semanario italiano “L’espresso ” que comenzó en marzo de 1985 y continuó semanalmente hasta marzo de 1998, convirtiéndose, a parir de entonces, en quincenal. En ella, Umberto Eco reflexionaba sobre el mundo contemporáneo, la sociedad italiana, la prensa, el destino del libro en la era de Internet, previsiones sobre el tercer milenio y una serie de divertimentos o relatos breves. Estaba destinada a recopilar esas notas ocasionales y, a menudo, extravagantes que a veces se anotan en el interior de las cajetillas de fósforos.”

Ahora, cuando me dispongo a hacer calmadamente una presentación sobre las mujeres que filosofaron, encuentro esta referencia a un artículo de Umberto Eco en su columna de la «Bustina di Minerva»

A continuación, pego el artículo de Eco: «Filosofare al femminile», publicado en su columna La bustina di Minerva del semanario L’espresso, el 8/09/2008. La traducción es de Helena Lozano Miralles:

La antigua afirmación filosófica según la cual el hombre es capaz de pensar el infinito mientras que la mujer da sentido al infinito, se puede leer de muchas maneras; por ejemplo, puesto que el hombre no sabe hacer hijos, se consuela con las paradojas de Zenón. Ahora bien, basándose en afirmaciones de este tipo se ha difundido la idea de que la historia (por lo menos hasta el siglo XX) nos ha dado a conocer a grandes poetisas y a narradoras superlativas, así como a científicas de varias disciplinas, pero no a mujeres filósofas ni a mujeres matemáticas.

Durante mucho tiempo la convicción de que las mujeres no tenían aptitudes para la pintura, a no ser por las habituales Rosalba Carriera o Artemisia Gentileschi, se ha basado en distorsiones de este tipo. Es natural que, mientras la pintura consistía en frescos de iglesias, subirse a un andamio con faldas no era algo decente, ni tampoco un oficio de mujer dirigir un taller con treinta aprendices; pero en cuanto se pudo hacer pintura de caballete aparecieron las mujeres pintoras. Es algo así como decir que los judíos han sido grandes en muchas artes, pero no en pintura, hasta que apareció Chagall. Es verdad que la cultura judía era eminentemente auditiva y no visual, y que no debía representarse a la divinidad mediante imágenes, pero hay una producción visual de indudable interés en muchos manuscritos hebreos. El problema es que en los siglos en que las artes figurativas estaban en manos de la Iglesia era difícil que un judío se sintiera alentado a pintar vírgenes y crucifixiones; sería como asombrarse de que ningún judío haya llegado a ser Papa.

Las crónicas de la Universidad de Bolonia citan a profesoras como Bettisia Gozzadini y Novella d’Andrea, tan bellas que tenían que dar clases detrás de un velo para no turbar a los estudiantes, pero no enseñaban filosofía. En los manuales de filosofía no encontramos a mujeres que enseñaran dialéctica o teología. Eloísa, brillantísima e infeliz alumna de Abelardo, tuvo que conformarse con convertirse en abadesa.

Sin embargo, tampoco hay que tomarse a la ligera el problema de las abadesas, y a ello le ha dedicado muchas páginas una mujer filósofa de nuestro tiempo como Maria Teresa Fumagalli. Una abadesa era una autoridad espiritual, organizativa y política, además de desempeñar funciones intelectuales importantes en la sociedad medieval. Un buen manual de filósofa tiene que incluir entre los protagonistas de la historia del pensamiento a grandes místicas como Catalina de Siena, por no hablar de Hildegarda de Bingen, que con sus visiones metafísicas y sus perspectivas sobre el infinito sigue siendo un hueso duro de roer todavía hoy en día.

La objeción de que la mística no es filosofía no es sostenible, porque las historias de la filosofía reservan espacio a grandes místicos como Seuse, Tauler o Eckhart. Y decir que gran parte de la mística femenina se centraba más en el cuerpo que en las ideas abstractas sería como decir que de los manuales de filosofía debe desaparecer, por ejemplo, Merleau-Ponty.

Las feministas eligieron hace ya tiempo como heroína a Hipatia, que, en la Alejandría del siglo V, era maestra de filosofía platónica y de matemáticas avanzadas. Hipatia se ha convertido en un símbolo, pero por desgracia de sus obras solo ha quedado la leyenda, porque se perdieron como se perdió también ella, hecha literalmente pedazos por una turba de cristianos exacerbados, soliviantados según algunos historiadores por aquel Cirilo de Alejandría al que se le hizo santo, aunque no por eso. Ahora bien, ¿Hipatia era la única?

Hace menos de un mes se publicó en Francia un librito, Histoire des femmes philosophes. Si nos preguntamos quién es el autor, Gilles Ménage, descubrimos que vivía en el siglo XVII, era un latinista preceptor de madame de Sévigné y de madame de Lafayette y su libro, que apareció en 1690, se titulaba Historia mulierum philosopharum. Conque Hipatia no era la única: aunque esté dedicado sobre todo a la edad clásica, el libro de Ménage nos presenta una serie de figuras apasionantes: Diótima la socrática, Arete de Cirene, Nicarete de Megara, Hiparquía la cínica, Teodora la peripatética, Leoncia la epicúrea, Temistoclea la pitagórica. Hojeando los textos antiguos y las obras de los padres de la Iglesia, Ménage encontró citadas a sesenta y cinco filósofas, si bien su concepto de la filosofía era bastante amplio. Si tenemos en cuenta que en la sociedad griega la mujer estaba confinada entre las cuatro paredes del hogar, que los filósofos preferían entretenerse con mozalbetes antes que con buenas mozas, y que para disfrutar de notoriedad pública la mujer tenía que ser cortesana, se entiende el esfuerzo que tuvieron que hacer aquellas pensadoras para poder afirmarse. Por otra parte, a Aspasia se la recuerda como cortesana, aunque de calidad, olvidando que era experta en retórica y filosofía y que (Plutarco fue testigo) Sócrates la frecuentaba con interés.

He hojeado por lo menos tres enciclopedias filosóficas de hoy en día y de estos nombres (salvo Hipatia) no he encontrado ni rastro. No es que no existieran mujeres que filosofaban. Es que los filósofos han preferido olvidarlas, quizás tras haberse apropiado de sus ideas.”

La obra no se ha traducido al castellano, pero se puede conseguir a través del portal que todos conocemos, también la visto en libros de segunda mano